Extracto del capítulo XII
Quien aún no haya perdido por completo los innatos sentidos del gusto y del olfato, que la brutal pantomidemia se ha propuesto arrebatarnos, podrá percibir, en tantas calles peatonales y reuniones presenciales, el lacrimógeno aroma de un deber moral rancio, podrá degustar el hedor de la satisfacción y del orgullo por un buen desempeño sanitario. ¿Por qué los feligreses miran mal a quien no viste barbijo, pero es fácil ser por ellos bienvenido sin portar gafas de seguridad? ¿Por qué el sentido moral del bozal comenzó cuando éste se tornó obligatorio —o peor aún, cuando los medios masivos, a contrapelo de los decretos vigentes ( https://www.boletinoficial.gba.gob.ar/secciones/10278/ver ), difundieron, váyase a saber por qué extraño motivo, el simpático y divertido rumor de que ya estaba siendo obligatorio ( https://www.lanacion.com.ar/sociedad/coronavirus-argentina-axel-kicillof-decretara-uso-obligatorio-nid2354033 o https://www.infobae.com/sociedad/2020/04/14/coronavirus-en-argentina-